No sé si alguna vez te ha pasado… Que hay un mes del año que simplemente parece tener una marca divina.
Para mí, ese mes se llama agosto.
No es una casualidad. No lo es.
Hace cuatro años empecé a notar una secuencia: cada agosto traía algo distinto…
Algo grande. Algo que me movía por dentro y por fuera.
Algo que me hacía decir: “Dios está en esto.”
Y lo esperaba así, con esa fe expectante, con esa certeza que solo el Espíritu Santo puede sembrar en el alma:
El Espíritu Santo me lo mostró con claridad:
Tal como dice la Escritura:
“Trabajarás seis años, pero en el séptimo descansarás… para que el pobre de tu pueblo tenga qué comer…”
(Éxodo 23:10-11)
Y también:
“El pueblo se sentará a comer de la cosecha del séptimo año y del fruto del octavo, porque será año de bendición.”
(Levítico 25:21-22, parafraseado)
¡Qué poderoso!
El mundo lo llama “año sabático”…
Pero cuando no hay dirección de Dios, solo hay vacío disfrazado de descanso.
Dios no te llama a simplemente detenerte… Él te llama a cerrar ciclos con propósito y comenzar con visión.
Hoy quiero decirte algo que arde en mi corazón: No se trata solo de esperar que llegue agosto y que “algo pase”.
Se trata de vivir con propósito los meses anteriores. De sembrar, de llorar si hace falta, de obedecer aunque no veas…
Porque cuando llega agosto, llega el tiempo de recoger.
No porque tú puedas, sino porque Él es fiel.
No te distraigas sembrando fuera de tiempo. No te desesperes arrancando cosechas que aún no maduran. Dios tiene un ritmo.
Y si aprendes a caminar con Él, Agosto será para ti también el mes donde floreces.
Cierra tu ciclo con fe. Y empieza de nuevo con expectativa.
© 2025 Yip Interior Planner • Desarrollado por Brainiac Monkeys