Yelitza Iriarte
14 de julio de 2025
“Pero hágase todo decentemente y con orden.” – 1 Corintios 14:40
A veces creemos que el desorden en casa es simplemente falta de tiempo, demasiadas ocupaciones o que “así somos”. Pero la verdad es que nuestro entorno refleja cómo está nuestro interior.
Un clóset lleno de cosas que ya no usamos, una sala abarrotada, o una cocina sin propósito no son solo objetos fuera de lugar. Son señales de que algo dentro de nosotros necesita luz, dirección y descanso.
Desde el principio, la creación fue establecida bajo un diseño perfecto. Dios separó la luz de las tinieblas, colocó los mares en su límite y cada estrella en su lugar. Nada fue improvisado.
Cuando organizamos nuestro espacio físico, también le damos a nuestra mente la oportunidad de descansar. El desorden genera ruido interno, mientras que el orden abre camino a la claridad, la productividad y la paz.
Cuando el Espíritu Santo me llevó a ordenar mi clóset, no era realmente la ropa lo que Él quería transformar. Era mi mente. Cada prenda que soltaba era también una carga, un recuerdo o un pensamiento que no me dejaba avanzar.
Ese proceso me enseñó que al poner orden afuera, Dios estaba trayendo orden dentro. Y desde entonces entendí: un hogar organizado es más que un espacio bonito, es una llave de bienestar integral.
Elige un espacio pequeño (una gaveta, un estante o tu cartera).
Clasifica con intención: qué sirve, qué no, qué debe salir.
Ora mientras ordenas: pide al Espíritu Santo que te muestre qué también necesitas soltar en tu interior.
Celebra el cambio: reconoce que cada espacio en paz es un reflejo de tu sanidad y bienestar.
“Cuando mi hogar está en orden, mi mente encuentra paz y mi vida florece en propósito.”
Señor, gracias porque eres un Dios de orden y no de confusión.
Hoy te entrego mi hogar, mis pensamientos y mis emociones.
Ayúdame a vivir en armonía, a soltar lo que no necesito y a abrir espacio para tu paz.
Que cada rincón de mi casa sea reflejo de tu presencia en mi vida.
Amén.
El orden en tu hogar no es superficial. Es un camino hacia la paz, el bienestar y el florecimiento que Dios preparó para ti.
Cuando obedeces, floreces.
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